Especialmente durante la infancia y la adolescencia, desarrollamos mecanismos para evitar sentir ciertos estados emocionales y psicológicos que surgían ante ciertas situaciones habituales en nuestra vida.
Todos hemos desarrollado y fortalecido estos mecanismos que, aún siendo útiles en su momento, son ahora la fuente principal de nuestra insatisfacción, inquietud o malestar.
Y ni siquiera sabemos que existen.
Son poderosos, automáticos e inconscientes. Ordenan y dirigen nuestra existencia y nos alejan de los demás, del entorno e, incluso, de nosotros mismos.
¿Conoces los tuyos?
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